lunes, 24 de octubre de 2011

EL HAMBRE DORMIDA DETRÁS DE LOS CINECLUBES

Un cineclub, desde su más explícita significación, desde aquellos primeros intentos franceses por admirar el arte más allá de lo comercial y que intentó implantarse a mediados del siglo pasado, va contenido en distintas fases de su desarrollo en vivo.

Una presentación de la película, donde un interlocutor o coordinador de la actividad hable, sin dar muchas señas de qué trata la película, sobre la trayectoria de su director, guionista, actor o actriz principal, el tópico que se busca con la misma, ya sea la exploración interna de los conflictos de un personaje, o la situación histórica y la visión particular de su creador, la vigencia social y crítica de la cinta, etc. Después surge lo más básico que es la proyección del film. Al final de este, se espera, como se puede esperar en el mejor sentido de la buena fe, lo que se llama propiamente el cineforo, que no es más que la discusión o intercambio de ideas y juicios particulares sobre la obra fílmica.

Son varios los intentos, algunos fallidos, otros exitosos en la historia reciente de Ciudad Guayana. Fotograma Cineclub y Cine y Medio son dos. CineSidor fue uno que murió en la décima presentación, por motivos circunstanciales. Pero debemos destacar que la motivación de grupos que parecieran aislados en su sentir sobre la alternativa cinéfila en nuestra querida ciudad no es de extrañar.

Esto, motivado un poco también por una necesidad empírica, no termina de deslindarse de las limitaciones propias de los espacios, unos desaprovechados, otros inexistentes, dentro de la matriz industrializadora que alejó el principio de las humanidades por considerarlas tan abstractas como para generar las ganancias plenas que ha generado la economía de puerto. Porque el Teatro no es viable ni rentable, porque la música – la de los géneros venezolanos – no da real, porque el cine sólo genera plata cuando es mediocre, alienta al espectador al sexo o ridiculiza la muerte.

Estos cineclubes, y otros que se irán creando, demuestran, entre otras explosiones artísticas que sobresalen en nuestra Guayana mecánica, cuan necesaria es una verdadera revolución cultural en la región. El hambre por las desechadas artes es agobiante.


J. Gregorio Maita

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